Después de más de un año sin poner un pie por aquí, hoy me dispongo a aporrear un poco las teclas de mi maltrecho portátil para conseguir algo que pueda parecerse a una entrada en mi blog.
La última vez que conseguí enlazar más de dos palabras contaba que me iba para Cádiz por febrero. Pues bien, ahora vengo de Cádiz. Pero no de la capital de la provincia, sino de Jerez de la Frontera.
Supongo que la pregunta que se hace uno en esta situación es: ¿ y qué coño se le ha perdido a este en Jerez? Pues, no se me ha perdido nada pero yo he ido a buscar algo y lo mejor es que lo he encontrado. Os cuento.
Del 2 al 9 de mayo los jerezanos y foráneos, como yo, hemos tenido el honor de disfrutar de una feria de primera categoría. No sé si es tan buena como la de Sevilla, puesto que no he tenido el gusto de conocer esta última, pero seguro que no debe andar muy alejada de aquella.
Es cierto que no he tenido mucho tiempo para disfrutar del ambiente que se forma en El Bosque, pero desde que llegué de Málaga el viernes, a eso de las siete de la tarde, y me planté el traje de chaqueta (sí, a esta feria también hay que ir de chaqueta, como señores) no he parao de beber, bailar, reir, comer y conocer gente. Esto último, la gente, ha sido de categoría. Todos los jerezanos que he tenido el gusto de conocer me han tratado como a un invitado que viene a su casa. Me han enseñado las mejores casetas, me han invitado a beber, a comer y, sobretodo, a disfrutar con ellos como si fuera uno más.
Sin embargo he de decir que los jerezanos no han sido los únicos que han contribuido a esta maravilla de fin de semana. Es obligado acordarse de Gus, Javi, Marina Muñoz, Ade y, como no, Marina.
Por último es justo y necesario darle las gracias a la familia Morales Marín por lo maravillosamente bien que nos han tratado. Y que se preparen porque el año que viene me vuelven a tener por ahí. Seguro.